martes, 31 de diciembre de 2013
El niño que cambió sus ojos por una sándwich de salame (tercera entrega)
Sin saberlo, estaba siendo buscado, naturalmente, para no ser encontrado jamás. Pronto caería, felizmente, en un olvido remoto y sus ojos procurarían un andar que se convertiría en un intento de huida hacia el ensueño. Durante el día, padecería el calor del sol o la humedad de la lluvia; por la noche, gozaría con las alucinaciones de la luz espejada. Mientras andaba, recordó las palabras del hombre nocturno: clown. Sonrió aunque ignoraba su significado. Recordó también una avenida luminosa, y unos cafés balbucientes de lenguas en los que consiguió energía suficiente para los próximos días. El hombre le había enseñado todo, en sólo una constelación.
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