viernes, 25 de julio de 2014

COPI-(ERASE)-PASTE

La ciudad de las ratas (1979)
Copi

La tarea del escritor-novelista remite a la creación de universos cuya dimensión funcione como espacio-tiempo para que sus personajes circulen y desarrollen eso que llamamos "historia". En Copi, esta tarea exige un desdoblamiento demoledor; la invención parte de una única premisa fundamental: para crear es necesario destruir. De esta manera, las historias de Copi devastan universos (pre)existentes para construir universos regulados por nuevas leyes. La ciudad de las ratas (re)construye una ciudad a partir de una ciudad real: el barrio de la Notre Dame parisina deviene ciudad de-y-para las ratas. Se destruye una ciudad en el sentido más literal posible, pero también se destruye una lógica; una lógica de sentido, una lógica de lenguaje, una lógica narrativa. Es por esta ruptura de lógicas de escritura que se vuelve inútil descifrar el sistema desde donde el narrador-rata enunciaLa ciudad de las ratas es una novela que no es una novela. En primer lugar, porque el-enunciador-es una-rata (la novela es, por antonomasia, la voz del hombre). Por lo tanto, su voz es imposible, es decir, las ratas no hablan. Kafka dotaba de voz a personajes como Josefina la cantora pero respondía a una lógica fabular. En Copi, no hay fábula porque no hay moraleja, por la simple razón de que la literatura de Copi no puede ser moralizante y transgresora (y revolucionaria y destructora) al mismo tiempo. A través de la rata, entonces, se recupera una voz que representa la voz de los márgenes, aunque los márgenes no se entiendan más que como un otro no humano. Un otro repulsivo, detestable, inmundo, fuera del mundo, inframundo. Sin embargo, los roedores de Copi compensan esa repulsión inherente a su naturaleza, justamente, por estar de dotadas de habla (y de pensamiento). Hablar las humaniza.

La ciudad de las ratas es una historia intraducible, irrecuperable, incontable; no porque la imaginación de Copi coquetee con lo maravilloso, tampoco porque sus historias sean delirantes, sino porque (como señala Link) las historias de Copi son casi imposibles de recordar. La energía creadora de Copi es sólo comparable a la potencia creadora de sus dioses ficticios (el Dios de los hombres, el Dios de los dioses, el Diablo de las ratas). La ciudad de las ratas, lejos de ser una historia que banaliza la existencia del hombre (y sus creencias), se alimenta de las certidumbres humanas y las resignifica en los límites del sentido. A fin de cuentas, Copi hace del universo de las ratas una nueva forma de existencia que viene a desnaturalizar las representaciones universales sobre esta malsana plaga (sólo la plaga hace que la violencia y el exterminio puedan justificarse). En este sentido, la escritura de Copi es una escritura voraz que necesita deglutir la Imagen del mundo, literal y literariamente, para fundar uno nuevo. 

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