La muerte para Gracchus es, de algún modo, lo que la escritura es para Kafka. Ese lugar del que no se procura una salida pero en el que, tampoco, permanecer le es posible. Como si la (im)posibilidad que representa la escritura para Kafka tuviera por esencia el llevar en sí la propia imposibilidad de la muerte. Si no se lanzara constantemente hacia la muerte, el lenguaje, y en particular el lenguaje literario, no sería posible, pues ese movimiento es el que funda su literatura al igual que la condición fantasmal del cazador Gracchus. La tarea de escribir se torna, entonces como la muerte, insoportable.
lunes, 1 de noviembre de 2010
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