| Foto: Marie Kaufman |
Las claves, las de siempre: un caldo de verdad con las cabezas de los crustáceos, un dash de limón y unas hojitas de perejil; un parmesano de verdad (es decir italiano); un buen pedazo de manteca (sin miedo sin miedo); y un arroz apropiado para el risotto, arborio por ejemplo.

El resto es pura experiencia, paciencia y un sauvignon blanc de Pulenta.
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