Cuando el arte o las manifestaciones de la cultura se masifican (concierto en el obelisco para 50000 personas, por ejemplo), suceden estas cosas. Mal o bien, suceden.
Pero en el teatro fue peor. “Abrió el Colón, había que venir”, dice una vieja paquetísima. También estaba el típico clase media-media-media que visita los museos de Europa en su viaje (el viaje de su vida), pero que, al mismo tiempo, no sabe lo que es el Malba. Sí, ése también estuvo, aplaudiendo, entre movimiento y movimiento. Fue curioso, o más bien intuitivo (así se suceden las catástrofes), mientras más voluminoso era el final de cada movimiento, más efusivo el aplauso del torpe público.
Al margen, las interpretaciones de Barenboim y su orquesta, insuperables. ¡Bravo!
Foto: Marie Kaufman
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