lunes, 12 de julio de 2010

Sí. Mejor callate.

La discusión sobre el matrimonio gay llegó para quedarse. En la TV pululan gays. Parece que para discutir sobre el tema hace falta un invitado-gay. La semana pasada me tocó, zappeando por 6,7,8 (siempre lo hago, escuchar a esos zápatras siempre es reconfortante: reír hace bien, dicen los médicos) escuchar la inconfundible voz libidinosa y guturalosa del despreciable opinador conocido como "Cabito". Quien alguna vez escuchó Radio Metro (hoy, esa actividad se vuelve inconcebible: el tono oficialista barato adquirido recientemente acentuó la falta de contenidos propia de la programación), sabe que la sapiencia de este vulgar personaje sólo alcanza la insolencia y el exabrupto. Pero todo puede caer más bajo: la estupidez no tiene límites para quien además de ignorante es valiente. Cabito tomó la palabra, y dijo (más o menos esto): “la homosexualidad es algo natural, de la naturaleza, y una prueba de ello es que los animales tienen relaciones sexuales homosexuales, los perros por ejemplo”. A veces, un defensor idiota es peor que un enemigo inteligente. Digamos lo mínimo, sólo por decir algo: una relación (HUMANA, EN MAYÚSCULA POR SI ALGÚN BOBO NO COMPRENDE) homosexual no comprende únicamente el acto de la fornicación. ¿Se entiende, Cabito?

Ahora bien, una ley que abarque a TODAS las parejas (HUMANAS, POR FAVOR), en tanto derechos y obligaciones, resulta lo más justo. Que Bergoglio y sus secuaces se ocupen de los depravados que su perversa institución alberga.




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